A lo largo de mi carrera profesional he dedicado bastante tiempo al cine publicitario y a la dirección y realización de reportajes y documentales, incluidos los de largo recorrido. Esto, junto con la realización de programas de entretenimiento, me ha permitido trabajar y conocer muchos soportes, desde la película cinematográfica de 35 milímetros, pasando por el U-matic de tres cuartos de pulgada, la pulgada (C), VHS, Video 8, Hi8, Betacam (incluido SP), el cuarto de pulgada con los Mini DV y otras variantes digitales…
Además he grabado en PAL (desde luego y casi siempre) pero también en NTSC (y no solo en Estados Unidos), con casi todas las resoluciones, también en 4/3 (of course) y en 16/9 a partir de la generalización del mismo… He trabajado a 24 fps, a 29,97 (30) y por supuesto a 25 fps. Pero uno de los soportes por los que he sentido (y siento) una especial pasión ha sido por el 16 milímetros en cine. Las viejas (y confiables) cámaras Éclair me han acompañado en algunas ocasiones y también mi tomavistas (de los tiempos de Mari Castaña) de súper ocho.
De estas películas voy sacando fotogramas como el que recoge momentos de la vida de otro. Algunos recientes, pero otros más antiguos suelen ser para mi motivo de sorpresa. Cuando los veo no puedo por menos que esbozar una ligera sonrisa, añorando las experiencias de la adolescencia y de la primera juventud. Es lo que tiene llegar a los cincuenta. Se pierde el pelo y se gana experiencia.
Como curiosidad guardo, ya digitalizado, este fotograma de una película rodada en la Amazonia. Con el impermeable de plástico, a bordo de una canoa y navegando por el Orinoco. Y con la Txapela. Es lo que tiene ser de Bilbao…